domingo, 16 de septiembre de 2018

Mi ansiedad y yo llegamos a un acuerdo.






EL 12 de junio de 2018, alrededor de las 4 de la tarde, le escribí a una de mis mejores amigas encerrada en uno de los baños de mi trabajo, temblando, con las manos sudadas, la cabeza pesada y el corazón a mil a punto de desmayarme: ya no podía más, necesitaba ayuda profesional.

Estos últimos dos años (2016-2017) han sido muy duros, pero lo que no me había dado cuenta hasta hace unos tres meses atrás, es que toda, absolutamente TODA mi vida, desde que tengo uso de razón, he sufrido de ansiedad.




Vivir con ansiedad es como si la peor parte de ti fuera otra persona que está diciéndote constantemente que todo va a salir mal, que todo el mundo te odia, que no eres capaz de nada, que no vas a ser nunca feliz porque no te lo mereces, que no tienes talento o que todo lo malo que te pasa es 100% tu culpa y hay que luchar contra esa voz, que muchas veces suena muy convincente, TODOS LOS DÍAS. 

Gente que no vive con esta condición, muchas veces no entiende y piensa que estás exagerando. Vivir con ansiedad no te deja ni siquiera hacer amigos porque piensas que quizás esas personas se den cuenta de la "farsa" que eres y nunca te van a estimar como tú quisieras.




Voy a citar varios ejemplos de mi ansiedad y los que considero más fuertes:

Desde los 4 años, mi sueño más recurrente era que toda mi familia moría y yo me quedaba sola. TOTALMENTE SOLA.  Estos sueños venían esporádicamente, no es que mi mamá me dejaba ver cosas de terror y yo soñaba con eso, no, es algo que mi cabeza inventaba sin razón alguna.

Entre los 8 y 10 años me obsesioné con la idea del fin del mundo. Y aunque esto podría sonar un poco ridículo para muchas personas, yo REALMENTE creía que en cualquier momento PODRÍA MORIR. Es por eso que durante un periodo, que calculo deben haber sido unos 6 meses, inventaba excusas para no ir a la escuela o que me saquen de ahí temprano. Siempre decía que me dolía algo. Nunca lo hice por no querer estudiar (toda mi vida he sido nerd, amo estudiar y amaba ir a la escuela) pero yo estaba 100% CONVENCIDA de que en algún momento el mundo acabaría y yo no estaría en mi casa con mi familia.

 Si el expreso se atrasaba 5 minutos en irme a ver, empezaba a llorar hasta llegar a casa. Una vez, incluso mi mamá creyó que estaba pasando algo en la escuela (relacionado con abusos) y me preguntó si todo estaba bien. Incluso a esa edad, no me atreví a decirle mi irracional miedo de morir y no estar en mi casa, así que eso quedó registrado para mis papás como una "etapa" de berrinche.

Mis papás lo dejaron pasar, yo lo dejé pasar. Incluso por mucho tiempo creí que estas crisis simplemente eran una consecuencia de mi gran imaginación, la cual me ha ayudado en muchas cosas, pero también la tengo que alejar constantemente de mi ansiedad.

Al llegar a la pubertad, la ansiedad empezó a manifestarse físicamente. Entre los 12 y 14 años, cada vez que tenía que hablar en público o dar un concierto de violín, me sudaban las manos, me latía el corazón full, me pesaba la cabeza, vomitaba e incluso al momento de dar el certamen, lo hacía hirviendo de fiebre. Cuando todo terminaba, estaba bien.

Entre los 14 y 16 años, mis papás casi se separan. Básicamente sentía que mi pesadilla recurrente a los 4 años, se iba a hacer realidad. Llegar a casa era lo peor del día. La música y leer me ayudó un montón a calmar mi ansiedad (que en ese entonces no sabía que era ansiedad) así que todo parecía haber mejorado un poco.

Hubo una etapa en mi vida, al salir del colegio, que considero la más tranquila y libre de ansiedad (aunque nadie me entienda, porque generalmente esta etapa, para todos, está llena de problemas): La universidad.

Además del estrés cotidiano, no tuve un ataque mayor durante esta etapa, sin embargo sí tenía que lidiar con mi ansiedad en cosas como "esas personas no te hablan, porque no les gustan, se burlan de ti, no eres lo suficientemente agradable para ellos" o "tú no te mereces ese premio, porque tu trabajo no vale", pero a pesar de todo esto, no tuve ataques mayores.

No fue, sino hasta al salir de la universidad, que la ansiedad llegó con tal fuerza que tuve que buscar ayuda.




Analizándolo con mi terapeuta, no solo es la presión social de la mitad de los 20's de querer tener una carrera, formar un hogar, encontrar una pareja estable, etc, sino también que por primera vez apareció la depresión. Y la depresión + la ansiedad +  las redes sociales llenas del éxito del resto de personas que te rodean = el inicio de mis años más tristes hasta ahora.

Al salir de la universidad me replanteé mi carrera. Me di cuenta que no quiero seguir en esta carrera por el resto de mi vida y empecé a pensar que JAMÁS voy a salir de ella, porque es lo único que sé hacer. Al salir de la U también encontré un trabajo en el que no me sentía valorada y en el que mis jefes me decían que mi trabajo no valía nada. Obviamente, solo duré 3 meses en ese trabajo, pero desempleada, con un remezón tremendo que me dio la realidad y con mi desesperación porque me había dado cuenta que no quiero seguir en mi carrera por el resto de mi vida, empecé una relación.

Me tomó muchísimo tiempo darme cuenta que esta relación era tóxica y que esa persona no estaba tan comprometida como lo estaba yo. Al regresar de mi viaje de Perú con esta persona, habiéndome dado cuenta de que esa relación no tenía futuro, desempleada y comparando mi vida con el éxito de todas las personas que me rodeaban, incluso con el de mis mejores amigas; entré a una depresión fuerte.

Fuerte, hasta tal punto de que consideré terminar con mi vida.  No me sentía querida, no me sentía digna de ni siquiera el amor de mis padres, me sentía fracasada y que jamás iba a cumplir nada, empecé incluso a buscar información en internet acerca de pastillas y donde conseguirlas. En marzo de 2018 me salió una oportunidad increíble de trabajo. Estaba algo asustada, pero lo tomé y sinceramente creo que es una de las mejores decisiones que he tomado en estos últimos 3 años.

Pero la depresión seguía ahí y seguía haciéndole compañía a mi ansiedad. Jamás le conté a nadie, ni siquiera a mis mejores amigas, mis ganas reales de querer dejar de existir, porque la ansiedad no me dejaba.  La ansiedad sentía (y aún siente) que molesto a mis propias amigas con mis problemas, que ellas me aíslan de ciertas cosas, que no les gusto al 100% aunque mi "Yo" real, sabe que no es así, que son cosas de esa voz maldita que siempre intenta sabotear mi felicidad.



Pero ¿cuál es definitivamente la MEJOR decisión que he tomado en mi vida? Entrar a terapia. Y todo después de un sacudón que me dio mi jefe cuando me preguntó: "Andrea ¿por qué tú misma frenas tu talento?" Entré a mi trabajo con el fin de ganar experiencia y aprender de todos, sin embargo no habían pasado ni 3 meses y la ansiedad y depresión ya me estaban dando problemas en lo laboral. En ese momento pensé: "Si alguien más se dio cuenta de esto, es grave. Y si no quieres estar en publicidad hasta que te jubilestienes que hacer algo YA" 

Así que mientras tenía un ataque de ansiedad antes de presentar algo a un cliente grande, del que no sabía como ganarme su confianza, decidí que debía buscar ayuda.



Mi terapeuta dice que soy valiente. Que muchas personas que sufren de ansiedad, no se atreven a hacer muchas cosas que he hecho. Que hay gente que sufre de esto, que ni siquiera puede llegar a entrevistas de trabajo, por el miedo irracional a que todo vaya mal.

Yo no sé a qué le debo que haya podido controlar  mi ansiedad, a tal punto que, no me afecte TANTO. Quizás es porque aunque esa voz está ahí, siempre he tenido gente que cree en mí y de la que nunca he dudado: como mi mamá y mi prima, la verdad, no lo sé.

Sigo luchando todos los días con mi ansiedad. Estos 3 meses han sido muy buenos. Me siento mucho mejor y he progresado un montón. Aprendí que no tiene nada de malo tomar medicamentos coadyudantes para esta condición.

Antes no sabía que el problema no era yo, sino mi ansiedad. Siempre estuvo ahí, ahora sé cuál es su nombre y estoy aprendiendo a manejarla. En estas semanas, he estado regresando a hacer las cosas que amaba que no hacía porque ya no tenía ni ganas de vivir (como leer y escribir)

Llegué a un acuerdo con mi ansiedad, que puede seguir viviendo conmigo, pero que no la voy a dejar que se encargue de arruinarme todo lo que me ha costado conseguir. Nunca más.





No hay comentarios:

Publicar un comentario